lunes, 13 de junio de 2016

Nocturno


En el centro de una amplia habitación, me siento extraña, rodeada de múltiples espejos: unos inofensivos, otros acechándome como animales salvajes sedientos de venganza. En algunos espejos se perciben miradas de odio, gestos amenazantes; en otros, se refleja la soledad que me rodea y los últimos, no reflejan ninguna imagen, no reflejan nada, son opacos, sin brillo.
No quiero seguir aquí. Me atemorizan los espejos y la turbulencia del silencio que cubre las paredes. Parece que no hay salida posible. Quiero salir y el aire me aprisiona con brazos poderosos. Estoy inmóvil. Hago un gran esfuerzo y consigo mover una sola mano; sigo intentando soltarme y logro mover la otra mano, repitiéndome que estoy viva todavía.
La risa de los espejos no me ayuda a serenarme. Repito el esfuerzo sobrehumano y, al fin, logro mover todo el cuerpo y despertarme.
Salgo de la habitación. Es de noche todavía. Camino y no veo ningún árbol, ninguna casa, solo la inmensa soledad de la llanura. Siento que alguien me ha seguido. Volteo y allí está un anciano, demasiado viejo, doblado por el peso de los años. – “¿Quién es Usted ¿ -De dónde viene?” le pregunté al desconocido.- “No se quién soy ni se de dónde vengo .Ya lo he olvidado. Hubo una época lejana en que sonreía feliz con la luz de un nuevo día. Tenía aspiraciones y muchas ilusiones. Perseguía y me enredaba en los hilos de los sueños. Alegrías y dolores dejaron hondas huellas en mi vida. Siempre tuve fuerza y esperanza para salir adelante en todos los momentos difíciles que tuve que enfrentar. Pero poco a poco se ha ido apagando una luz interior que me hacía vivir con entusiasmo, cada día me siento como un sol apagado que ha ido muriendo cada instante. Así también, poco a poco, empezaron a morir las muchas esperanzas que permanecían vigorosas en el fondo de mi espíritu. Una a una se fueron apagando y se hundieron, finalmente, en un mar de pesadumbre y ya no queda ninguna. Todas mis esperanzas se han muerto, por eso estoy aquí, porque hace mucho la espero a usted y como pasaba el tiempo y no llegaba, decidí salir a buscarla porque solo usted conoce el camino de la huida”. Ante estas palabras del anciano, yo le pregunté con bastante curiosidad;
“-Cuál camino, cuál huida”- pregunté. “-El camino de la huida de la vida”- contestó el anciano con una voz de terrible cansancio.
En ese momento recordé mi identidad y la inútil pretensión que tuve un instante de rebelarme, de ocultarme para no seguir haciendo el trabajo de la Muerte.