jueves, 4 de julio de 2013

La jugadora de ajedrez


Esta película es del año 2009 basada en una novela de Bertina Henrichs: “La Joueuse d'échecs”; el guión es de Caroline Bottaro y Caroline Maly y los actores son Kevin Kline y Sandrine Bonnaire.
Además de la magnífica actuación de los protagonistas y de la excelente fotografía, la película no es solamente la historia de la mucama Hélène que aprende a jugar ajedrez y se convierte en una exitosa jugadora sino que es la historia de una mujer con una vida gris, en la que todos los días son iguales. Es una mujer sola que no tiene el amor ni la comprensión de sus familiares. Ese vacío, esa soledad la va a llenar el ajedrez, que en la película, es vehículo de amor y de amistad, es el mediador entre Hélène y el profesor.
En una de las primeras imágenes de esta película aparecen dos personas, un hombre y una mujer jugando ajedrez en una terraza. El viento mueve levemente la cortina blanca que separa la terraza de la habitación donde la mucama está haciendo la limpieza. Ella los observa pero no solo mira el juego de ajedrez de la pareja sino también el juego del amor, las miradas, las sonrisas, las caricias, las manos entrelazadas. Ella observa la felicidad del amor de Monsieur Kröger, profesor y escritor, y su amante; la presencia de ese amor le hace notar la ausencia del mismo en su propia vida. Ella, Hélène, está casada con un obrero, Ange; tiene una hija muy joven, Lisa, por la que trabajan duramente. Hélène es mucama, arregla las habitaciones de un pequeño hotel y las de la casa del profesor que es viudo y juega ajedrez.
La relación de los esposos es fría, la pasión ha desaparecido; el esposo trabaja y después se reúne con los amigos y ella se ha vuelto invisible para él. Sus intentos de seducción al esposo no le dan resultado.
Ella todos los días hace su trabajo pero cuando puede, acaricia el tablero y las piezas de ajedrez del profesor. Cuando el esposo cumple años le hace un regalo insólito para él: un juego de ajedrez, como si la magia y el erotismo estuvieran implícitos en el juego de ajedrez.
Un día se decide a pedirle al profesor que la enseñe a jugar. De la sorpresa y la negativa inicial se pasa a la aceptación. Las clases se fijan los días martes en la tarde. La imagen inicial de la película se repite pero con otra figura femenina. Una vez más el ajedrez es el mediador, el vinculo de acercamiento que propicia una amistad cada vez más intensa. La amante anterior es sustituida por la mucama que inconscientemente quiere parecerse a aquella mujer joven, bella y elegante capaz de inspirar una gran pasión. Hélène empieza a cuidar su imagen, se corta el cabello y se viste mejor. Inconscientemente desea seducirlo. Una copa de vino, sonrisas y hasta un beso son indicios de esa intención. El ajedrez actúa como un elemento mágico de seducción también para el esposo, quien al descubrir la nueva afición de su mujer, se llena de celos, la mira diferente y renace la pasión. Lisa, la hija quinceañera, que hasta ese momento había sido hostil y rebelde, se acerca a la madre con un nuevo sentimiento de admiración y cariño y lo más importante es que Hélène se ha emancipado y se ha realizado como una mujer exitosa que ha encontrado, gracias al ajedrez, no solo una actividad que la hace feliz sino que ha recuperado el amor y la unión de su familia.