Máscara de salitre
escindida
entre dos fuegos,
subterránea
demolición de las quimeras,
sueños que se ensartan
en silente mansedumbre
sin atisbos
de señales desmedidas
sin asomo de ternura
en las manos dolientes
hambrientas de infinito.
El sol derrite las orillas
solo la luz quiebra el silencio,
el patio brilla
un hilo de agua
dibuja los bordes de la vida.
Se encuentran los extremos de la duda
en la misma decisión atormentada,
una red oculta
asciende a la altura de mi pecho
penetra por las venas
se sumerge en los recodos de la mente
me atrapa indefensa.