miércoles, 18 de septiembre de 2013

La poesía trascendente de Hesnor Rivera


Un homenaje a Hesnor Rivera (1928-2001) es ocasión propicia para recordar al amigo y al poeta insigne, autor de una vasta obra en la que se destacan libros como Puerto de Escala (1965), Las Ciudades Nativas (1976), La Muerte en Casa (1981), Endechas del invisible (1995), solo para citar algunos.
Apuntando algunas notas de su biografía hay que recordar que nació en 1928 en Maracaibo, Sector El Poniente en Los Haticos, aunque sus padres eran oriundos de Juan Griego en la Isla de Margarita. Los estudios de Primaria los hizo en el Instituto Maracaibo que fundó y dirigió el Dr. Raúl Cuenca y los de Bachillerato los realizó en el prestigioso Liceo Baralt dirigido, primero por el Dr. Jesús Enrique Lossada y después por Eduardo Mathyas Lossada quienes tuvieron gran influencia en su formación literaria y estimularon su temprana vocación poética. Fue un lector entusiasmado y muy joven leyó a los Clásicos Españoles, de allí, que aunque la libertad para escribir fue su norma primordial, siempre mantuvo gran pulcritud formal y se aficionó a la escritura de sonetos. En el año 1948 ya publicaba en la página literaria del Diario El Nacional de Caracas y aunque empezó los estudios universitarios en la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia, allí estuvo solamente dos años y fue mucho después, cuando estudió Letras en la Facultad de Humanidades y Educación de la misma Universidad. Tuve el Honor de que fuera mi alumno en la materia Literatura Hispanoamericana Monográfica. Hablábamos mucho sobre la poesía de César Vallejo que era el autor que estábamos analizando. Se graduó en 1972 de Licenciado en Letras Hispánicas y después de ser brillante estudiante fue profesor, al ganar por concurso, la cátedra de Literatura Medieval Española, de cuyo jurado yo formaba parte. Eran los años conflictivos y difíciles de la Renovación Universitaria, con la Universidad altamente politizada, actuando los estudiantes bajo el impacto de lo que había sido el Mayo Francés. A pesar de las protestas irracionales de un grupo de la izquierda radical, Hesnor fue el ganador del concurso. Todo esto ocurrió cuando el poeta tenía 49 años, se había casado con la Comunicadora Social y Profesora Marta Colomina Reyero y habían nacido sus dos hijas Celalba y Marta Celina.
Hesnor mantuvo una gran relación con la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia, no solo por lo que se refiere a sus estudios y trabajo de profesor, sino porque esta Facultad publicó el Poemario En La Red De los Exodos en 1963 y ganó, en 1964, el Segundo Premio de Poesía en la misma Facultad con el libro Puerto de Escala concedido por un jurado constituido por los poetas Juan Liscano, Mercedes Bermúdez de Belloso y Helena Sassone y en 1967 ganó nuevamente el Segundo Premio en la misma Facultad, con el libro de poemas Superficie del Enigma en cuyo jurado estaban Juan Calzadilla, José Antonio Castro y César David Rincón. También es importante señalar que nuevamente, la Universidad del Zulia, a través de la Dirección de Cultura, publicó en 1976, Las Ciudades Nativas y en 1992 la Universidad del Zulia, en su Centenario, publicó el libro Secreto a Voces (Sonetos completos). Está pendiente una edición de las Obras Completas de Hesnor o una Antología actualizada de su obra ya que la de 1976, publicada por Monte Ávila Editores, en su colección Altazor, debe estar agotada y valdría la pena reeditarla.
Habría mucho que agregar de la biografía de Hesnor, enumerar sus múltiples premios y reconocimientos, no solo como poeta sino como periodista, los detalles editoriales de sus numerosos libros, pero sí de Premios se trata, creo que los dos más importantes que recibió fueron el premio CONAC de Poesía por Elegías a Medias en 1979 y el Premio Regional de Literatura del Estado Zulia “Dr. Jesús Enrique Lossada” Mención Poesía, otorgado por la Gobernación del Estado Zulia en el año 1992 en cuyo jurado, me honra haber estado junto a Víctor Fuenmayor y José Francisco Ortiz. Los investigadores Jesús Ángel Parra y Luis Guillermo Hernández elaboraron, con la acuciosidad y el rigor que los caracteriza, una cronología de Hesnor de suma utilidad en este rápido esbozo biográfico que he intentado hacer.
Hesnor es considerado como un renovador de la poesía zuliana actualizando la escritura poética con los aportes de las Vanguardias Europeas. Maracaibo era en aquellos años una ciudad pequeña y provinciana y cuando Hesnor leyó libros como Literaturas Europeas de Vanguardia de Guillermo de Torre, el deseo de salir de Maracaibo se hizo impostergable. Tenía apenas 20 años y una necesidad inmensa de saber y conocer las nuevas tendencias en el arte y la poesía. Así, soló con su juventud y su espíritu romántico, se fue a conocer el mundo seguramente lleno de sorpresas y poesía. Dice Otto Rincón, su gran amigo, en el Prólogo de Endechas del Invisible de la edición de 1995: “En Bogotá se enamoró y combatió el frio con un gabán ajeno, en Santiago de Chile cantó boleros con una orquesta, en Buenos Aires se hartó de bifes, en Rio de Janeiro descubrió el aspecto carnaválico del hambre, en Paris vivió al rescoldo de la ardentía sexual, en Colonia sintió de cerca, la muerte”. Fueron años de vida bohemia y de enriquecimiento intelectual y cultural. Las propuestas del surrealismo le aportaron el legado de libertad que es una característica fundamental de su poesía. Ser él mismo, escribir desde sus sentimientos, desde sus experiencias, desde su mirada oscura que escrutaba la realidad y la recreaba a su antojo en imágenes y en palabras de exquisita belleza.
Hesnor es inolvidable, no soló por la originalidad y la grandeza de su obra poética sino por la sencillez, por la calidad de su amistad, por su sonrisa perenne, porque abrazaba la vida con deleite, con pasión. Hedonista singular, amante del amor, supo con la palabra trascender todos límites y convertirse en el gran poeta zuliano, orgullo de Venezuela.
Cuando regresó a Maracaibo en 1952, después del largo viaje por toda Suramérica, con residencia de dos años en Santiago de Chile, escribió sus poemas Ciudad y Apocalípsis, que se ha considerado como el poema-manifiesto del grupo literario que fundó años después (1955) y que fue escrito y leído en la residencia de Josefina Urdaneta, quien era la conductora del grupo “40 Grados a la Sombra” (1962-1966). En enero de 1953 regresó a Colombia y en Bogotá, hospedado en la casa del poeta Juan Sánchez Peláez, escribió en una sola noche su famoso poema Silvia y fue a finales del mes de Septiembre de 1955, cuando fundó el grupo Apocalípsis acompañado de los poetas César David Rincón, Miyó Vestrini, Atilio Storey Richardson, Ignacio de La Cruz, Régulo Villegas, Néstor Leal, Alfredo Añez Medina, Ricardo Hernández y Laurencio Sánchez Polamares, así como los artistas Francisco “Paco” Hung, Rafael Ulacio Sandoval y Homero Montes, quienes se reunían en el bar “Piel Roja” de Maracaibo. Sobre el Grupo Apocalípsis Hesnor escribió: “Su fundación fue el producto del entusiasmo, del ímpetu de la fe en la magia del arte de las palabras, puestos en juegos por varios artistas jóvenes decididos a enfrentar el anquilosamiento de la poesía en el Estado Zulia y en la mayor parte del país, donde se utilizaba más como instrumento de figuración social o política, no exenta de cursilería, y como indecoroso trampolín para payasos amaestrados en las piruetas de la lisonja y de la hipocresía”.
Empezó a publicar en periódicos del país como El Nacional y Panorama y fue Ciro Urdaneta Bravo, quien era Director del Diario Panorama, el que lo incorporó como Redactor hasta 1958; más adelante en 1962, fue nombrado Secretario de Redacción de Panorama y luego, en 1965, pasó a ser Sub-Director del mismo Diario hasta 1987.
Hesnor es inolvidable. Su poesía es testimonio de su grandeza. Vestido impecablemente, recorrió el camino de la vida sediento de amor y de poesía.
Fue eso, un gran poeta y un gran amigo. Estuvimos en su casa en muchas ocasiones festivas y en reuniones intelectuales con artistas y poetas al lado de Marta y sus dos hijas.
La poesía de Hesnor es emanación del espíritu, es una canción profunda, es la ciudad y el lago, es el amor y el dolor. En sus últimos días, cuando ya la enfermedad estaba presente, me decía sonriente al saludarnos: “No me siento bien, estoy amenazado por monstruos apocalípticos que quieren acabar conmigo”. Se fue Hesnor a los 73 años. En uno de sus poemas escribió: “La valija esta lista-ya no hay tiempo ni sitio para mas nada”. Pero su tiempo no ha terminado, su tiempo es la eternidad y leer su poesía es la mejor manera de tenerlo presente y de garantizar su inmortalidad. Estrofas llenas de emoción y de afecto son las del poema Triple Elegía, dedicada a los poetas Miyó Vestrini, Atilio Storey Richardson y César David Rincón que murieron a los 53 años en un lapso de menos de tres meses, los dos primeros en los meses de Noviembre y Diciembre de 1991 y el tercero en Febrero de 1992, y dicen así:


Los tres iban sonando las piedras
Más redondas
Que se crían
En las calles de arena


Escuchaban los colores con que solían
Pintar en las paredes
El rostro de los nombre amados
Los pájaros
Que silban
En las ramas de la luz de los sueños.
El pez come tinieblas.
El rabo de serpiente del azar
En los mares.
En los dormitorios
De los trenes sonámbulos.
En la ciudad que todavía los busca
Para que los tres vuelvan a cantarle
Los himnos de pechuga plateada
Recién extraídos de la mano del lago.


Los tres iban por la orilla
De la noche de los viajes muy largo.


César con el arpa de David
Tocaba las serenatas
Que estremecían los cuatro brazos
Del corazón de la tierra.


Miyó escribia sin tomar aliento
Cartas muy parecida a los jóvenes
Sólo confeccionables con la tela maternal
De los árboles del agua
Casi roja
De los amaneceres vistos
A deshora en el patio de la casa perdida.


Atilio recolectaba hierbas
De distinto brillo
Para fabricar sin siquiera abrir los ojos
Las alas con que deben revestirse
Las lluvias
De los porvenires
Desde hace muchos inciertos.


Los tres andaban
Como sucedía a menudo mas allá
De ellos mismos.
Como siempre ahora más allá de siempre.
Como siempre más allá de ahora. Más
Allá más siempre.
Más allá de nuevo para siempre.