domingo, 8 de noviembre de 2009

Palabras en el Acto de Grado de la Universidad Valle del Momboy

Reunidos aquí en Valera, con motivo de la entrega de los Títulos de Grado a los estudiantes que exitosamente han culminado sus estudios universitarios, es propicia la ocasión para expresar la satisfacción que nos produce visitar esta ciudad tan querida; este estado, que es cuna de tantos hombres y mujeres ilustres. Basta recordar a Mario Briceño Iragorry, quien nació en Trujillo el 15 de septiembre de 1897 convirtiéndose en una figura emblemática del quehacer cultural venezolano. Desde muy joven se manifiesta la vocación intelectual y comienza la carrera de escritor que compartirá con actividades docentes y políticas. Fue un hombre comprometido y luchador que actúa con fe en ideales de cambio y de transformación nacional. Si como político llegó a ocupar cargos de significativa importancia, como escritor, el éxito es notable. Los múltiples ensayos y libros publicados lo hicieron acreedor a los premios Municipal y Nacional de Literatura en 1946 y 1947, respectivamente.
El ansia de saber, como el mejor de los Ilustrados, lo llevó a ser un lector voraz e incansable, de allí la sólida formación que lo convirtió en uno de los humanistas venezolanos más brillantes. La imagen de Trujillo y la evocación de la infancia y juventud las recoge amorosamente en los libros “Mi infancia y mi pueblo” (1951) y “Por la ciudad hacia el mundo”, éste último escrito en España en 1956, en pleno exilio, cuando le fue imposible asistir a las festividades con ocasión del cuatricentenario de Trujillo. Ama la patria de sus mayores, y así lo expresa en el libro “Patria arriba”, que dedica a Arévalo, la tierra de los antepasados, de los fundadores. Ama la patria chica, Trujillo, para fundirse en un solo gran abrazo con la patria total, Venezuela.
“Por la ciudad hacia el mundo” (Pregón y sentido de las fiestas de Trujillo) es un ensayo literario y doctrinal en el que destaca “el valor de la historia como fuerza creadora de los pueblos”. Dice María Briceño: “Mi perseverancia tediosa sobre estos temas mira hacia la creación de conceptos que ayuden a entender el propio sentido de la nacionalidad y que sirvan de clave, a la vez, para la comprensión de las voces angustiadas del pueblo”.
Escritor comprometido con el pueblo y con la patria, la angustia que lo invade permanentemente, deriva de la visión de un país que no termina de acceder al desarrollo, que sigue de espalda a la civilización.
En este ensayo, en el que Mario Briceño Iragorry estudia el origen del pueblo venezolano desde sus antiguas raíces españolas, rinde tributo a España y, con orgullo y sentimiento de hijo agradecido, afirma que los nuevos pueblos americanos no surgen de la Independencia sino que son el resultado de un proceso histórico que parte del encuentro de dos pueblos y de dos culturas a la que se agregó la de los esclavos africanos. Lleno de exaltado espíritu romántico, defiende la grandeza del hombre americano estableciendo emocionado paralelismo entre El Cid y Bolívar, Nebrija y Andrés Bello, Garcilaso, Jan Juan de la Cruz y Darío; junto a grandes escritores españoles, los grandes escritores latinoamericanos.
En todo el ensayo, al autor insiste en la importancia del conocimiento de la historia para poder contribuir, acertadamente, en la construcción del futuro. Anheló la trasformación del país en todos los ámbitos; económico, político y social; un nuevo país donde las acciones estén signadas por una conducta moral irreprochable. La grandeza de un pueblo tiene su asiento primordial en una conducta ética que asegura el acatamiento de normas y leyes sociales.
El acendrado amor a Trujillo le dicta frases emocionadas recordando el origen y el proceso histórico de la ciudad: “De un sitio a otro de la Provincia de los cuycas, Trujillo viajaba como ciudad en el ánimo de sus briosos fundadores. La nueva Trujillo, Mirabel, Trujillo de Salamanca”, Trujillo de Collado, Trujillo de Medellín, la Paz de Trujillo, uno, tres, seis nombres que expresan una misma voluntad y un mismo sentido de dar contornos civiles al andariego campamento”.
Trujillo vive en el espíritu y en la memoria de Mario Briceño Iragorry. Orgullo familiar y orgullo de patria se confunden en un mismo sentimiento expresado en muchas ocasiones y, porque cree firmemente que la “La ciudad moral necesita hombres” se complace en nombrar aquellas figuras que son referencia importante en la historia Trujillana. Recuerda a los fundadores, comenzando por Diego García de Paredes, sin olvidar a Sancho Briceño, Alonso Pacheco, Marcos Valera, Alonso Andrea de Ledesma, entre otros; recuerda a las mujeres; a las esposas que actuaron como madres y a educadoras de hijos, de indios y de negros; recuerda a los criollos indómitos y valerosos como Juan Pacheco Maldonado, “mayor entre los primeros hombres nacidos en Trujillo”; Antonio Nicolás Briceño y Cristóbal Hurtado de Mendoza (miembro del triunvirato que ejercerá el poder ejecutivo en los comienzos del siglo XIX).
En los años siguientes de la historia de Venezuela, Trujillo sigue presente. Bolívar lo visita en varias oportunidades; en 1913 discutió en Carmania, los términos del famoso Decreto de Guerra a muerte; en Santa Ana se produce el famoso abrazo de Bolívar y Morillo.
En este recuento histórico de la ciudad de Trujillo, Mario Briceño Iragorry no olvida los difíciles días de la República y el gobierno en la provincia, de nuevo autónoma, del doctor Ricardo Labastida, famoso por su sabiduría y rectitud, así como tampoco olvida a otros gobernadores como Cruz Carrillo, Don Manuel María Carrasquero, el Coronel Nepomuceno Urdaneta. Trujillo, como otras regiones del país, fue escenario de luchas caudillistas y enfrentamiento como el de Juan Bautista Araujo y las tropas forasteras de Rafael Pulgar o el enfrentamiento entre los Araujo y los Baptista, que le gusmancismo tuvo que doblegar.
El orgullo de Mario Briceño Iragorry lo alimenta, no solo la belleza geográfica de Trujillo, sino la historia de su región natal en la que se destacan tantas personas ilustres que iluminan el pasado y han contribuido de manera ejemplar al progreso de la nación y a la consolidación de los mejores valores éticos de nacionalidad.
El mensaje de este ilustre trujillano sigue teniendo absoluta vigencia. El conocimiento del pasado es necesario para aumentar el sentimiento de pertenencia y de compromiso con el país. La historia nos enseña nuestros debilidades y fortalezas y nos muestra los caminos que deseamos emprender.
El gran sueño de Mario Briceño Iragorry fue la modernización de Venezuela, un país donde sus ciudadanos actúen apegados a la ley, donde la cultura y la Educación destierren el atraso y el primitivismo que aún perdura, donde los valores y los privilegios morales sean la guía de toda conducta humana.
La vida y la obra de Mario Briceño Iragorry son el mejor testimonio del compromiso con el país, un compromiso que lo llevó a asumir serias responsabilidades y a no cejar en el empeño de lanzar pregones y de escribir mensajes con la esperanza de ayudar a contribuir un país más moderno y más civilizado.
Idealista y romántico, conoce las grietas y las debilidades del país, pero es un luchador con fe y con ánimo indoblegable, y una de sus más firmes convicciones es que “para el buen ciudadano no hay temporalidad inválida sino luminosa permanencia en el área de la creación y cómo por el amor a la ciudad y a la nación, aseguramos anchos caminos para ganar el mundo”
Tenía muchos motivos, éste importante humanista, para sentir amor profundo por su Trujillo natal, privilegiado lugar rodeado de montañas, bosques y ríos que desembocan en valles frescos de inefable belleza.
Trujillo no solo es historia patria, es también poesía. Son muchos los escritores que enaltecen al gentilicio trujillano, no solo grandes poetas y narradores como Ramón Palomares y Adriano González León, sino artistas plásticos como Josefa Sulbarán y Salvador Valera, solo para citar algunos.
Las obras de los artesanos trujillanos, las diversas muestras del arte popular son admirados en museos y galerías. Si recorremos la geografía trujillana, no solo se admiran los paisajes de imponente belleza, sino que vamos a encontrarnos con el arte y la poesía de hombres y mujeres que se han convertido en referencias culturales nacionales. Eloisa Torres, José Antonio Fernández (El hombre del anillo) Rafaela Barone, expresan con lujo de sentimientos y de colores, el alma popular venezolana. La poesía, el arte, la cultura, es patrimonio de Trujillo, que tutelado por la Virgen de la Paz, es tierra de gracia y de armónica belleza.
Hoy al realizarse este Acto Académico, se corrobora la misión educadora y civilizadora de la Universidad que sigue cumpliendo con el objetivo fundamental de formar profesionales capaces de trabajar y de luchar por el país que todos soñamos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Máscara de salitre

escindida

entre dos fuegos,

subterránea

demolición de las quimeras,

sueños que se ensartan

en silente mansedumbre

sin atisbos

de señales desmedidas

sin asomo de ternura

en las manos dolientes

hambrientas de infinito.

El sol derrite las orillas

solo la luz quiebra el silencio,

el patio brilla

un hilo de agua

dibuja los bordes de la vida.

Se encuentran los extremos de la duda

en la misma decisión atormentada,

una red oculta

asciende a la altura de mi pecho

penetra por las venas

se sumerge en los recodos de la mente

me atrapa indefensa.