viernes, 20 de noviembre de 2015

Letra herida


Regreso del exilio
de tu ausencia,
mi dolor está cautivo
en la memoria,
es mi dolor
y no quiero que se vaya.



¿Cómo quieren
que escriba diferente
si mi alma
está rota,
si tengo una herida abierta
y sangra
sangra
como el primer día?



Pájaro escondido
en las redes del recuerdo,
cálido refugio
la simiente de tus días,
tu corazón latiendo
junto al mío,
mi cuerpo
la morada de tu cuerpo.



Eres canto de agua,
sublime transparencia
de gotas derramadas
en el candor de la piedra
surcada de raíces.



Lejos queda el frío del invierno
y tú llegas
como estrella diminuta,
como una luz
que vive en mis entrañas,
como rocío
en el surco de mi cuerpo,
como una mariposa
que vuela en mi sueño,
cada noche.



Tengo por ti
el alma rota
de tanto llorar
tu huida silenciosa.
Un certero golpe
quebró toda mi dicha,
solo quedó la lluvia
de pálidos fragmentos
del mar de mi inocencia,
solos quedamos los dos,
mirándonos atónitos,
sin comprender a Dios
ni a sus designios.



Las raíces de mis hijos,
las hebras del pasado,
los sueños de niña
desatados por el viento.
El último juguete
duerme en un armario,
es el último retazo
de mi infancia
a galope de los reyes
que se fueron.



Si de niña
me rodeaban las muñecas,
si del baúl nacían
historias irreales,
juguetes sorprendidos,
manos enredadas en los sueños,
si de niña
mi mundo de cristal
se iluminaba
es porque yo era madre
siendo niña.



Atravieso el tiempo,
paredes que brillan
en la blancura del cuarto,
diez veces soy feliz
con mi hijo entre los brazos,
luz que crece en mi regazo,
cuerpo frágil
que nace de mi cuerpo.



Un haz de luz,
regalo de Dios indescriptible,
diez rayos
en un ángulo perfecto,
líneas transparentes
que confluyen
en un vértice inefable
donde estamos los dos
gozosos,
expectantes,
tú conmigo
yo contigo
para siempre.



Como un ciervo herido
que corre en la espesura
quise alejarme
con el corazón sangrante.
Oscuro sinsabor
de la derrota,
sin ganas de luchar
me quedo en la intemperie
sin merecer el castigo
de los días inútiles,
de farsa,
de comedia.



En silencio
te miro
y me quedo
en tus ojos
para siempre.



Ramos de hinojo
en la senda del destino,
aroma fresco
de tierra cultivada,
manos sudorosas
en delgados pinos
retienen la fragancia
de los años transcurridos.
Tiempo de esperanza,
eterno renacer,
semillas dispersas,
cristales de sueños.



Solos tú y yo
en esta encrucijada
con el corazón sonriente,
con páginas en blanco,
con el deseo ardiente
de seguir en tu morada.
Solos tú y yo,
cielo de enamorados,
estrellas diminutas
prendidas en mi pecho,
brillantes talismanes
en la andadura del tiempo.



Espejo de la vida
reflejos fragmentados,
río de sombras,
el dolor a cada lado.
Libre entra la luz
por las heridas del tiempo,
el corazón se yergue
en el bosque de los días,
árbol de neblina,
blanco centinela
del mar que se desborda.



El sabor de la miel
envuelve las entrañas,
lluvia de semillas,
en surco de abundancia.
Días irrepetibles,
las ventanas abiertas,
la casa iluminada.
Escucho al viento
como a una sinfonía,
nombres en el aire
eco de los días.
Tomo tu mano
para andar sin miedo
en el campo de sol
que va menguando.
Los hijos nos miran
en la quietud del día.



El campo de trigo
reposa en la memoria,
el hombre de la ruana
conversa entre la niebla.
Entre sueños mi madre
con el avio del día,
el autobús asciende
atravesando el tiempo.
El caballo espera
tranquilo, como ausente,
la ruta de las nubes
se cubre de nostalgia.
En la iglesia de piedra
la Virgen me sonríe,
parece que esperaba
el viaje de mi infancia.



Sombras de nubes,
aleteo de mariposas,
conozco tu presencia
de pájaro cautivo.
Siento el roce
de tus alas
en penumbra.
Me persigues,
se que estas ahí
mirándome
sin saber
como abrazarme.



En el andén del tiempo,
enigma de cielos devastados,
rayos del ocaso,
murmullos de los ríos
sin memoria.
Gimen los oprimidos
sin reposo,
una tormenta
estremece los rincones
del silencio.



Árbol de sombra,
la noche en cada hoja
refleja el interior
de la desdicha.
Fragmentos de la vida
en círculos constantes,
encuentros simultáneos,
espejos del destino.



Pasa la vida
con rumores de hojarasca,
segundo nacimiento
en un bosque de palabras,
en los cantos desmedidos
de las sirenas del viento.
Creen que no viene nadie,
solo el eco de los pasos
me delata.



Simulacros sin sentido,
destellos de las máscaras
entre signos de oropel.
Se desata la tormenta,
ríos de lentejuelas
en el camino del llanto.
La línea desaparece,
los giros se repliegan
en la búsqueda inconsciente.



Cuando el sol disminuye,
cuando el sol es menos sol
si se oculta tras las nubes,
el alma se refugia
en el último silencio.



Con mi cuerpo te abrigué
con mis ojos te cuidé,
eres mi dolor eterno,
en cada estrella te veo,
en cada niña te encuentro.



Esperamos
en la fila de los condenados
espiando el rostro de Dios
oculto entre las sombras.



Me regaló Dios
fragmentos de cielo
que se anidan
en mi cuerpo.



Luz que navega
ciega en el espacio,
cirios de los días
que se apagan.
No huyo,
permanezco
en la ventana
esperando en la vigilia.



Solo el cielo permanece
azul como al principio,
solo el mar se eleva
interrogante.
Un hombre contempla
las grietas en la tierra,
son las grietas de tiempo
que cubre sus mejillas.



Todo pasa
silente,
sin borrasca.
Una equis marca la partida.
Recuerdo apenas
el camino recorrido,
nubes de lluvia
se ciernen a mi paso.



Porque encuentro el amor en tu reproche
busco la línea azul en la penumbra,
sin decir nada
me aproximo
a la sorpresa de tu rostro,
al abrazo diferido.
Se deslizan las palabras
en armónica secuencia.
Rosa roja,
luz brillante,
aurora derretida,
sinopsis de la vida
en los versos que te escribo.



Soplaba el viento mas fuerte,
se inclinaban los cipreses,
gente extraña saludaba
como si me conociera.

Yo no pensaba en nada,
creo que no me di cuenta
que mi corazón sangraba,
que mi cuerpo se moría.



En mi memoria te guardo
como una brisa de otoño,
como un sol recién nacido,
y en el último silencio
tus manos me llevarán
y seré una madre eterna
con un bebé entre los brazos.



El azar nos incluye,
alegre el sol se anima a la aventura,
se aproxima al círculo fecundo,
al barco anclado
en un jardín de flores
cuando los niños se alborozan
y las palabras quedan
impresas en la noche.



Se fragmentan
las líneas del destino.
Si extiendo la mano,
imágenes de sueño
descifra la adivina.
Es solo una pausa
todo continúa.
Te cubre mi mirada,
mi cielo te ilumina.




Rayos de angustia
se cruzan en la mente,
la duda se agiganta,
un tren avanza
en la niebla de la noche
como un sonámbulo perdido
en las redes del destino.












En la aridez inútil del retorno
el viento traza figuras de jinetes,
recorro la distancia de los días
como un ave en la intemperie,
la luz cabalga en mis orillas,
pétalos de sombra
se anidan en mi pecho.







Las voces del silencio,
la lumbre de tu piel,
las palabras escritas
con trazos incompletos
cuando la angustia corroe
la superficie de la espera.





Fluye el río
más allá de la memoria,
a veces se detiene,
círculos del tiempo
se amenazan,
se destruyen,
el caos advierte
mi presencia.



Espejismos de la noche
sacuden las arenas del recuerdo,
se vuelve turbia
el agua del origen,
continúan las preguntas
en el aire del abismo.



Se encuentran los extremos de la duda
en la misma decisión atormentada,
una red oculta
asciende a la altura de mi pecho
penetra por las venas
se sumerge en los recodos de la mente,
me atrapa indefensa.



El sol derrite las orillas
solo la luz quiebra el silencio,
el patio brilla
un hilo de agua
dibuja los bordes de la vida.



Latidos de la noche
en los pasillos de luna,
una gota intermitente
derrumba las paredes,
crujen las ataduras,
la vida se desliza
como un río de llamas
que nace en la penumbra.



Una lluvia de pétalos
rojos de sangre amada,
una sinfonía de notas
mas allá de la distancia,
una mujer solitaria
mira por la ventana
con el corazón en llamas.



Todo encaja
en la misma incertidumbre,
las agujas del reloj
predicen la hecatombe,
los pájaros desterrados,
los ojos solitarios
en el centro de la mesa,
la esquivez del retrato,
las imágenes dispersas,
disfraces simultáneos
en los aleros del tiempo.



Máscara de salitre
escindida
entre dos fuegos,
subterránea
demolición de las quimeras,
sueños que se ensartan
en silente mansedumbre
sin atisbos
de señales desmedidas,
sin asomo de ternura
en las manos dolientes,
hambrientas de infinito.



Solo los prados,
los sinuosos ríos,
los caballos de la noche cabalgando
en la luz roja de las llamas.
El silencio se aproxima
como un ave solitaria
que escudriña
el infinito.



Voces extrañas
susurran historias
que me pertenecen.
Una imagen
se inclina
en el borde del recuerdo,
los ojos
reflejan los ancestros,
la sonrisa
no anticipa el desenlace
ni la huída apresurada.
El cielo se oscurece,
la noche avanza
como una despedida.



Cuando regresan los pájaros
en tu mirada se agita
un canto de agua y de piedra
y el bosque es como un santuario
en la noche que me besas.



Como una huella
la gota derramada
desnuda
imborrable.
Raíces de los nombres
giran en el viento,
imágenes de pueblos
se repiten en los sueños,
casas cerradas
convocan a la nostalgia.
Allá lejos
se oye tu voz
como un eco de los días.



Charlas de enamorados,
encuentros clandestinos,
una copa abandonada.
Asciendo a tu deseo
como ola temblorosa
derramada por el viento.
Sacerdotisa de la noche
derrama esencias
en los cuerpos abrazados.



Frágil textura,
distinta forma de sentir
en la simiente de la duda,
la hierba se humedece
al contacto con los astros,
yo avanzo cautelosa
antes de convertirme
en ola pasajera
que se funde con la arena.



Vibran las palabras
en el cuarto vacío,
la hoguera se aviva,
murmullos del viento
se escuchan ocultos
en las líneas rotas
de pálidas hojas.



Huellas del pasado
gravitan en mi mente,
no hay un solo día
que no agonice
por tu ausencia,
sólo espero encontrarte,
después de tanto tiempo,
en los ojos de otros niños
sabiendo que me miras
sin mirarte.



Una sombra
atravesó el instante,
una sombra
devoradora
que acrecienta el dolor
de no tenerte.



Subió el aroma de la hierba
hasta mi cuarto,
tus manos
se enredaban con el viento
que acariciaba
mi rostro
lentamente.



Conozco el lugar,
el sitio distante
de tus huidas insensatas,
conozco el más allá
de la quimera
y el ala efímera
de tu costado.



Imágenes abstractas,
cuerpos irreales,
los muros de las casas
se han caído,
sólo el círculo persiste
en las piedras húmedas
cubiertas de raíces.



El río se devuelve
en el sentido de mi cuerpo,
busca la orilla circular
de la simiente,
húmeda quietud,
arena y musgo
en el lecho oscuro
del fondo del abismo.



Ofrendo
el humo del incienso,
imploro al sol recién nacido,
mas todo es inútil
las trampas del tiempo
borran la memoria
y en una noche larga
se consume la vida.



Los hilos se despliegan
y se enredan con el viento,
tu rostro se repite
en esferas de humo,
busco tu mirada
que se funde con las nubes.



Hilos de agua
empujan las tinieblas,
inciertas puertas
permanecen cerradas,
los rostros
se burlan de los sueños,
las piezas de nácar
se desploman
y sólo hacen ruido
en el corazón del hombre.



Venganza de los espejos,
rostros de arena,
máscaras de espuma,
un látigo cruza la noche
y deshace los encantos,
miro la soledad
en el bosque iluminado,
en un río verde
salpicado
con flores amarillas.



Desafía al viento
como si no pensara,
húmedo de lluvia
agita los brazos
y los pájaros vuelan
en nubes de silencio.
Desde mi balcón
oigo los pasos de la lluvia
y contemplo al árbol
que me mira.



Gotas de amanecer
en los ojos cerrados,
las nubes
se alejan descalzas
como un cortejo
de flores azules.
Un rayo de luz
dibuja mi rostro dormido.



En la neblina del tiempo
el viento pule
la piedra de los astros,
continúan los hombres
indefensos,
ciegos,
con la muerte a su lado
cabalgando.



Dejan sus huellas
los árboles
en los caminos de niebla,
en el bosque del silencio.



Vasijas de barro,
tierra de pergaminos,
el viento arrastra
el lamento de los muertos,
frente a la montaña herida
el mar continúa llorando.



En el bosque de pinos
el viento continúa
alisando piedras,
extendiendo cuerdas,
agitando los cabellos,
doblando mi cuerpo
sin ningún acuerdo establecido.



Abre el cielo
las ventanas
con el canto de los pájaros
en columpios de la tarde.
Torbellino de alegría
en el cuerpo estremecido,
nubes de silencio
se congregan en el patio.



Avanza el miedo
hasta el borde del grito.
La montaña
es una puerta cerrada
que la angustia golpea,
los pies se hunden
en el círculo del agua,
la lluvia continúa
como una oración
de los tallos sepultados.



Piedras
talladas por el viento,
ondulante la luz
en cada arista.
Piedras
húmedas de lluvia
abandonadas en la orilla
de los días sin retorno.
Alguna vez
las recojo del camino
cuando el fuego de la tarde
es una llamarada.



Piedras que navegan
con cuerpos de sirenas,
piedras sembradas
en círculos sagrados,
altares de piedra,
ofrendas a los dioses,
zarzas encendidas,
murmullos de la sangre
de amantes abrazados.



Flores moradas
dispersas en la tierra,
piedras solitarias
con despojos del mar
en sus orillas.
El árbol de la vida
permanece en el centro de la casa,
me inclino
por el borde de las hojas
y contemplo el paso de los días.
Nuevos ramos
se confunden con el viento,
nuevos rostros se reflejan
en espejos de su tallo.



Una imagen se desata
en oscuro laberinto,
gira el eje de la antorcha
en los círculos del tiempo.
Los pasos se devuelven
en caminos de orfandad,
chocan los pensamientos
con la fuerza del destino,
ráfagas de viento
los condenan
a las aguas pantanosas
del abismo.



Cuando la furia del viento
aniquila las palabras
en sombras como cuchillos
todo desaparece.
Solo queda una muchacha
asomada a la ventana
mirando al mar como a un lienzo
donde las olas se mueren.
Busco huellas de los nombres
en las ruinas del pasado,
sólo quedan los espejos,
el reflejo de los sueños,
cenizas en la mirada.



Me volveré un rostro
sumido en el recuerdo,
me volveré arena
y nave de silencio,
me volveré sombra
en los caminos inciertos.



Corona efímera
brillante del pasado,
espejismos de amor
hundido en las burbujas
del agua de la gruta.
Delirio persistente,
sólo tu voz no languidece,
sólo tú eres río
que alcanza mis orillas.



Grandiosa unidad
de las mareas,
desmesurado esfuerzo
de los astros,
la luz claudica
y se arroja en el vacío.
Quédate así
pensando que si existes
en la curva encrespada
de la ola.



Te ofrezco mis palabras,
la voz de la conciencia,
la arcilla palpitante
que los astros humedecen,
el rostro de los días,
el agua de este río
que corre entre las piedras
sin tristeza ni alegría.



Florece el árbol
en tierra bendecida,
iluminan los cirios
la noche del recuerdo,
vive el amor
descalzo, sin ofrendas,
sólo el hombre permanece
en la vigilia,
huésped del tiempo
se mira en los espejos.



Naufraga el sol
en las orillas de la tarde,
hilos de luz
penetran en los árboles.
Angustiados caminantes
deambulan sin sentido
abrumados por el peso de los días.
El círculo se estrecha,
los rostros nos afligen,
los pasos continúan
sin salir del laberinto.



Mi rostro,
lámpara encendida
hundida en las tinieblas,
convoca las llamas de los astros.
Me vuelco toda
en alas desplegadas,
contemplo el universo,
te encuentro más allá
del misterio de la nada.
Sólo el amor contiene mi silencio.



Traición de las palabras,
diálogo imposible.
Oscuro ángulo
para la pequeñez desmesurada.
Los minutos de la huída
hasta el fondo del silencio
se alargan como un puente
para llegar a la orilla.
Estaré a salvo
en los confines del sueño.



No me reconozco
en el fondo del espejo,
ojos enigmáticos,
círculos extraños.
No sé si soy yo
o la sombra
que me sigue.



En cascadas de luz
se derrumba la tarde.
El rostro es un enigma,
grises sombras
se descuelgan de los árboles,
grises sombras
se anidan en el pecho.
Silencio de pájaros dormidos
penetra hasta el fondo de los huesos,
la tristeza es un lago
de sombras y silencios.


Lilia Boscán de Lombardi
Decana de Investigación y Postgrado en la Universidad Católica Cecilio Acosta, Maracaibo Estado Zulia-Venezuela.
He publicado los siguientes libros:
Aproximaciones críticas a la narrativa de Ernesto Sábato (1978).
Huellas en el Tiempo. La poesía de Miguel Hernández (1993).
El Fracaso de la Libertad. García Lorca y la tragedia griega (1994) (Primera Edición), (2000 Segunda Edición).
Voces de la memoria (poesía, 1995).
Surco de origen (poesía 2000).
En el corazón del vértigo (poesía 2002).

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