Trazos fugaces,
apenas huellas que se van difuminando en el blanco espacio del papel.
Símbolos metálicos de la humanidad o cruces de la vida, líneas que
se cruzan en una invitación a la vida y al amor. El origen de la
cruz está en el círculo y en su centro, un punto se expande
horizontalmente y es el principio femenino; luego lo hace
verticalmente y es el principio masculino y en el cruce de ambas
líneas nace la cruz que es la vida, el amor. La cruz en el círculo
es la expresión de la vida, del amor perfecto; cuando la cruz se
aísla y se saca del círculo no significa la vida individual sino
toda la humanidad. Cuando Cristo lleva la cruz en el camino del
Calvario y muere clavado
sobre ella, significa que ha llevado a la humanidad sobre los hombros
para redimirla y salvarla, por eso Cristo crucificado es la mejor
expresión del amor.
El
cristianismo asumió la cruz como símbolo místico del dolor pero su
verdadero sentido es de vida y amor. Por eso los trazos artísticos
de Adam Dalohul son una manifestación vitalista, un canto de fe y
optimismo en el que nos invita a participar asumiendo la cruz no como
símbolo de sacrificio y dolor sino como un encuentro de los amantes,
trascendente y sagrado.
La
sacralidad del círculo se extiende a la cruz que como un árbol de
vida se eleva hacia el infinito. El amor vence a la muerte y
trasciende el limitado tiempo de la vida. El amor conquista la
eternidad. El amor es entrega desinteresada, solidaridad y
generosidad sin cálculo, es por ello que de la cruz del amor nace la
paz.
La
armonía con el propio yo y con los demás es la paz primigenia que
nos acerca a Dios. Mientras menos paz individual tengamos, más lejos
estaremos de Dios. La conquista más difícil es la de la paz. El
afán de dominio de un ser humano sobre otro o de un país más
poderoso sobre otro más débil, desencadena la confrontación. Si en
vez del entendimiento pacífico prevalecen los sentimientos más
turbios del hombre entonces triunfan el dolor y la muerte y la cruz
del dolor ennegrece a la tierra y vence a la cruz del amor. La hierba
mala nace y crece más rápido que otras plantas beneficiosas para la
vida, así también los sentimientos negativos tienden a prevalecer
y a dominar sobre los positivos. La lucha entre el bien y el mal nace
con la creación de la vida y el combate es permanente.
El
hombre es víctima de si mismo, de sus propias pasiones y a veces,
arrastra consigo a muchos otros. La crueldad de la guerra hace pensar
en lo difícil que es la paz. Se ha definido a la paz como una pausa
entre dos guerras lo que nos lleva a la desoladora confirmación de
la capacidad humana para provocar destrucción y muerte y del
predominio de la oscuridad del mal sobre la luminosidad del bien. Sin
embargo, si se toma en cuenta que instintivamente se tiende a la
búsqueda de lo placentero, resulta absurdo el enfrentamiento y las
luchas humanas que niegan el placer y la tranquilidad de vivir en
paz. Si predominara Eros sobre Thánatos, la armonía y la paz
dejarían de ser un espejismo y la cruz iluminaría el espacio blanco
de la vida.
Lilia
Boscán de Lombardi
@liliaboscan
liliaboscan.blogspot.com
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