viernes, 13 de mayo de 2016

Paisaje Interior


Llego sola a la estación. El polvo deshace toda esperanza. Es la liquidación de un sueño.
Arriba, unas nubes grises, anuncian la proximidad de la lluvia, una lluvia ansiada pero que nunca llega. Me quedo mirando un largo rato aquellas nubes que se mueven empujadas por el viento, el mismo viento que empuja el polvo hasta mis zapatos, que se mete en los ojos y me cubre la piel.
Pienso que mi vida es un torbellino como esos torbellinos de polvo que giran ante mi vista. No se porqué he venido aquí. Pude ir a otro lugar menos seco, menos pobre, más civilizado. Pero decidí venir aquí para encontrarme a mi misma en esta polvoreda que contiene tanto dolor y tanta injusticia .Estoy aquí para escribir sobre el drama de los otros y escapar del mío propio. Mi vida es tan oscura como la de los habitantes de este lugar. A veces ocurre que me siento en un desierto y no se cual camino tomar para salir de él. A veces pienso que he hecho todo y no he hecho nada. Este polvo y el olvido se parecen. Es como un territorio de muertos convertidos en polvo que el viento levanta como una rebelión de las almas. El polvo de la muerte está en todos los caminos de esta tierra seca y vacía. El mundo se cierra y yo camino sola como si estuviera frente a una muralla inexpugnable, sabiendo que del otro lado está la inmensidad del mar que me llama a sus abismos infinitos.


Lilia Boscán de Lombardi

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