Llego
sola a la estación. El polvo deshace toda esperanza. Es la
liquidación de un sueño.
Arriba,
unas nubes grises, anuncian la proximidad de la lluvia, una lluvia
ansiada pero que nunca llega. Me quedo mirando un largo rato aquellas
nubes que se mueven empujadas por el viento, el mismo viento que
empuja el polvo hasta mis zapatos, que se mete en los ojos y me cubre
la piel.
Pienso
que mi vida es un torbellino como esos torbellinos de polvo que giran
ante mi vista. No se porqué he venido aquí. Pude ir a otro lugar
menos seco, menos pobre, más civilizado. Pero decidí venir aquí
para encontrarme a mi misma en esta polvoreda que contiene tanto
dolor y tanta injusticia .Estoy aquí para escribir sobre el drama de
los otros y escapar del mío propio. Mi vida es tan oscura como la
de los habitantes de este lugar. A veces ocurre que me siento en un
desierto y no se cual camino tomar para salir de él. A veces pienso
que he hecho todo y no he hecho nada. Este polvo y el olvido se
parecen. Es como un territorio de muertos convertidos en polvo que el
viento levanta como una rebelión de las almas. El polvo de la muerte
está en todos los caminos de esta tierra seca y vacía. El mundo se
cierra y yo camino sola como si estuviera frente a una muralla
inexpugnable, sabiendo que del otro lado está la inmensidad del mar
que me llama a sus abismos infinitos.
Lilia
Boscán de Lombardi
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