Esta
película es del año 2009 basada en una novela de Bertina Henrichs:
“La Joueuse d'échecs”;
el guión es de Caroline Bottaro y Caroline Maly y los actores son
Kevin Kline y Sandrine Bonnaire.
Además
de la magnífica actuación de los protagonistas y de la excelente
fotografía, la película no es solamente la historia de la mucama
Hélène que
aprende a jugar ajedrez y se convierte en una exitosa jugadora sino
que es la historia de una mujer con una vida gris, en la que todos
los días son iguales. Es una mujer sola que no tiene el amor ni la
comprensión de sus familiares. Ese vacío, esa soledad la va a
llenar el ajedrez, que en la película, es vehículo de amor y de
amistad, es el mediador entre Hélène
y el profesor.
En
una de las primeras imágenes de esta película aparecen dos
personas, un hombre y una mujer jugando ajedrez en una terraza. El
viento mueve levemente la cortina blanca que separa la terraza de la
habitación donde la mucama está haciendo la limpieza. Ella los
observa pero no solo mira el juego de ajedrez de la pareja sino
también el juego del amor, las miradas, las sonrisas, las caricias,
las manos entrelazadas. Ella observa la felicidad del amor de
Monsieur Kröger, profesor y escritor, y su amante; la presencia de
ese amor le hace notar la ausencia del mismo en su propia vida. Ella,
Hélène,
está casada con un obrero, Ange; tiene una hija muy joven, Lisa, por
la que trabajan duramente. Hélène
es mucama, arregla las habitaciones de un pequeño hotel y las de la
casa del profesor que es viudo y juega ajedrez.
La
relación de los esposos es fría, la pasión ha desaparecido; el
esposo trabaja y después se reúne con los amigos y ella se ha
vuelto invisible para él. Sus intentos de seducción al esposo no
le dan resultado.
Ella
todos los días hace su trabajo pero cuando puede, acaricia el
tablero y las piezas de ajedrez del profesor. Cuando el esposo cumple
años le hace un regalo insólito para él: un juego de ajedrez,
como si la magia y el erotismo estuvieran implícitos en el juego de
ajedrez.
Un
día se decide a pedirle al profesor que la enseñe a jugar. De la
sorpresa y la negativa inicial se pasa a la aceptación. Las clases
se fijan los días martes en la tarde. La imagen inicial de la
película se repite pero con otra figura femenina. Una vez más el
ajedrez es el mediador, el vinculo de acercamiento que propicia una
amistad cada vez más intensa. La amante anterior es sustituida por
la mucama que inconscientemente quiere parecerse a aquella mujer
joven, bella y elegante capaz de inspirar una gran pasión. Hélène
empieza a cuidar su imagen, se corta el cabello y se viste mejor.
Inconscientemente desea seducirlo. Una copa de vino, sonrisas y hasta
un beso son indicios de esa intención. El ajedrez actúa como un
elemento mágico de seducción también para el esposo, quien al
descubrir la nueva afición de su mujer, se llena de celos, la mira
diferente y renace la pasión. Lisa, la hija quinceañera, que hasta
ese momento había sido hostil y rebelde, se acerca a la madre con un
nuevo sentimiento de admiración y cariño y lo más importante es
que Hélène se
ha emancipado y se ha realizado como una mujer exitosa que ha
encontrado, gracias al ajedrez, no solo una actividad que la hace
feliz sino que ha recuperado el amor y la unión de su familia.
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