Palabras
de presentación del libro Bosque
de Sombras de
Lilia Boscán de Lombardi.
Salón
Hesnor Rivera. Biblioteca Pública del Estado Zulia.
Maracaibo,
12 de septiembre de 2012
Por: Valmore Muñoz
Puerto de Sombras
Leí en alguna parte
que Federico García Lorca había dicho que la poesía es la unión
de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que
forman algo así como un misterio, pero, de ser así, cuál es ese
misterio. Tagore, poeta hindú, entendió que ese misterio no era
otra cosa que el eco de la melodía del universo en el corazón de
los humanos. Ahora bien, qué eco es ese. Puedo seguir ahondando y
ahondando en preguntas, pero llegando a una misma conclusión: la
poesía no tiene conclusión puesto que en ella se agolpan todas las
posibilidades. De tal manera que, si le pregunto a la poesía ¿Qué
es la poesía? ella me dirá lo que es desde la poesía misma. Creo
que por eso en algún pasillo de la Universidad del Zulia, el poeta
Hesnor Rivera, me dijo: la poesía siempre es otra cosa siempre y se
fue arropado por su risa de trueno secreto.
Sea lo que sea la
poesía parece estar ligada muy íntimamente a la sensibilidad
humana. Quizás por ello Adorno desesperado dijo que después de
Auschwitz no podría volverse a escribir poesía. Sin embargo, y pese
a que después de Auschwitz vinieron otros Auschwitz disfrazados con
otras máscaras, se continuó escribiendo poesía. ¿Cómo ha sido
posible que en medio del fango espeso de la oscuridad humana pueda
seguirse escribiendo poesía? No lo sé, pero Miguel de Cervantes
solía decir que los tiempos en que es más abundante la poesía,
suelen también serlo de hambre y la poesía, después de todo es más
profunda y filosófica que la historia, dirá por otro lado
Aristóteles. Entonces, los tiempos oscuros, los tiempos bárbaros,
los tiempos de bajeza, vileza, cobardía y laxitud están condenados
a ser cantados y purificados, si quiere verse así, por la poesía.
Creo que a eso y no a otra cosa debemos la ocasión de estar aquí
reunidos para presentar Puerto
de Sombras
que, más que una antología, es la vida poética de Lilia Boscán de
Lombardi.
Puerto de Sombras
reúne toda la poesía de Lilia Boscán de Lombardi. Están acá
Voces de la Memoria, Surco de Origen, En el Corazón del Vértigo,
Desde el Signo que me Nombra y, un texto inédito hasta ahora llamado
Letra Herida. Es esta una antología que también puede leerse como
un muy humano tratado acerca de la afectividad doliente tejida desde
la cristalina intimidad entre la imaginación y el sentido poético.
María Zambrano lo llamaría conocimiento
poético que,
dirá ella, no es más que el ciego ímpetu de la vida que se
arrastra por un cuerpo, por su cuerpo, por sus cuerpos, ya que
ninguno le basta. Puerto
de Sombras significa,
sin temor a equivocarme, la patria de las raíces de Lilia, allí, en
sus profundidades arden como soles perennes las fuentes de donde mana
la caricia con la cual acaricia la vida: agua, aire, noche y muerte.
Cuatro palabras, cuatro instancias donde se fraguan las mismas
heridas de Miguel Hernández.
El mar es como un
espejo
En Posiciones
y Proposiciones
(1928) Paul Claudel advierte que todo lo que el corazón desea puede
reducirse siempre a la figura del agua. ¿Reducirse?, me pregunto.
¿Cómo siendo el agua el vehículo de la naturaleza, así la
contemplaba Da Vinci, podemos hablar de reducción? El agua es
principio fecundador y elemento a través del cual transita la
fluidez de lo incognoscible. Bachelard entiende que para la
imaginación todo lo que corre es agua; todo lo que corre participa
de la naturaleza del agua. El agua que a veces es lluvia, dirá Lilia
Boscán de Lombardi, borra la imagen reflejada en el espejo y
nuestros pasos se deshojan en sus propios círculos. El agua
entendida como elemento maternal, como principio femenino, como
sustancia de pureza y purificación está presente en la poética de
Lilia Boscán de Lombardi. Presente como complejidad esencial de una
moral líquida donde busca lavarse el rostro la racionalidad para
poder sentir a través de la iluminación de los sentidos.
Las voces de la
memoria de la poeta transitan, corren como testigos de su vida y de
su palabra. Sacuden las tardes muertas chapoteando en forma de
recuerdos para volverse luego raíces perdidas en el agua solitaria.
Voces que van cantando el testimonio de la construcción de sí misma
cubriendo cada vez los viejos temores, la monotonía de las horas, el
miedo de buscar, dirá Lilia, y no encontrar más que imágenes
deshechas en el agua. Las voces de la memoria movidas por sus ríos
interiores tallan el alma de las cosas que la acosan desde las ansias
labradas por los silencios del insomnio. Voces que hurgan en el mar
de la memoria y la regresan a su origen. Regresar para olvidar lo que
no se olvida. Entonces el agua parece transformarse en la poesía de
Lilia en símbolo de la consciencia o, como queda explicado en los
cantos védicos, símbolo
del océano inconsciente del que debe emerger la Divinidad, pero, qué
es esta Divinidad, pues, ya lo hemos dicho con María Zambrano: el
conocimiento poético.
Conocimiento
poético que parece vislumbrarlo Lilia a través de un mar hecho
camino incierto al infinito donde puede respirar la nostalgia y el
dolor maravilloso de quedarse sin certezas, de susurrar historias que
sólo a ella le pertenecen, de inclinarse para ascender al deseo como
ola temblorosa. Palabra ardiente que se derrama en esencias sobre los
cuerpos abrazados de aquellos que persisten en amarse pese a la duda
que siempre lo arrasa todo. Conocimiento poético que nos abre la
razón a una ebriedad sin tiempo donde todo se entiende como cosa
nueva, ya que, así lo afirma Lezama Lima, el hombre puede alcanzar
por el conocimiento poético un conocimiento absoluto. Un
conocimiento total puesto que es asimilado por la totalidad del
cuerpo cubierto por la fiebre incandescente de sentir. Sentir desde
esa intuición siempre ambiciosa de los hijos de Dionisio que rugen
al abismo que desea engullir a quienes quieren descender. Sentir,
pero sentir ardorosamente, afectuosamente, gozosamente, desde la
totalidad de la experiencia de estar vivo. Estar vivo que es, como ya
ha dicho la propia Lilia, buscar nuestro propio rostro en el fondo
del patio dentro de las aguas que guarda el viejo tinajero.
En los castillos del
aire
Graciela Maturo nos
dice que Lilia ama los estados crepusculares, la penumbra del
amanecer o el anochecer; prefiere transitar esas zonas de frontera
que remiten a la muerte o al sueño. Poemas que parecen haberse
fraguado justo en el momento en que nos detenemos para contemplarnos
desde el suspiro. Poemas escritos desde el frágil estupor donde el
aire suele devolverse y sólo la simplicidad puede dar cuenta de lo
respirado. Ese suspiro seguirá, nos dice María Zambrano, seguirá y
nadie sabe quién lo podrá recoger, nadie sabe quién lo podrá
esperar. En ese suspiro que sigue, que es aire disperso en la trama
de la noche, late el secreto del Ser que es, al mismo tiempo, luz y
sombra, tierra de bocas, imagen, lugar ilimitado. Suspiro que nos
habla de un logos
no encontrado y todavía por encontrar.
La palabra de Lilia
late, palpita en las entrañas del aire que respira incertidumbre.
Aire que golpea dulcemente en la cara limpiando la mirada para poder
contemplar la fuga de los alacranes que regresan temblando todavía
en la perplejidad del enigma. Aire que se revuelve entre los
misterios del toro como una ofrenda a la semilla esencial, al surco
de origen. El aire respirado en las palabras de Lilia Boscán de
Lombardi viene dando manotazos al vacío para hablarnos de lejanas
voces marinas, del amargo sabor de la ausencia, de una herida abierta
cautiva en el dolor que balbucea la memoria. Una herida que el mismo
aire canta como pájaro escondido que picotea en la sangre que sangra
entre la sublime transparencia de una estrella diminuta. Yo conozco
ese dolor que no deja de punzar cada noche y que abraza la poca luz
que llega a las entrañas.
El día está
agonizante
La noche, en Lilia
Boscán de Lombardi, es el fondo del silencio sin caricias ni
palabras donde solemos besar los escombros de todos los recuerdos. La
noche, como la poesía, siempre es otra cosa, es, por ejemplo,
reducto de lo divino, espejo invertido de nuestro mundo, fulgor de la
Naturaleza, espacio inmutable donde se desnudan los cuerpos solares
de lumbres que quiebran el olvido. La noche, espacio vital donde los
amantes se lamen las heridas, es, como diría Goethe, la mejor mitad
de la vida o quizás sea una puerta muda y fría abierta a mil
desiertos como advirtiera Nietzsche. Sin embargo, Lilia insiste en
afirmar, con el aroma intacto de las plantas en las manos, que la
noche, la noche de su alma, es un mar ansioso donde pescadores
morenos lanzan en la oscuridad sus largas redes de esperanza.
Lilia habla de la
noche y puedo contemplar, en el fondo de sus palabras, a Novalis
tejiendo himnos infinitos sobre el pálido rostro de la amada que
lanza besos de fuego desde el corazón de la tierra. Veo a Hölderlin
lamiendo misterios en el vientre mismo de la locura. Contemplo a
Keats lleno de lunas plateadas resplandeciendo con un brillo
distinto, un brillo de fuego demoníaco que soplaba en su frente. Veo
a Lilia desde el fondo inquieto de sus palabras sembrando en la
penumbra bosques de canto oscuro, sucesiones de instantes que van
dando forma a una agonía que persiste ciega de colores y formas. La
noche, siempre la noche, de donde partimos para volver siempre.
La noche es un
tiempo sin tiempo donde el ser se abandona al vivir sin realidad.
Dejarse ir, dirá María Zambrano, entre vida y ser, o entre ser y
vida: ser en la vida o vivir bajo el ser como cielo único, como
invisible, negro cielo, en la noche del ser. La noche en Lilia Boscán
de Lombardi es un sin tiempo visceral que late desde la vida misma en
su espesa mundanidad. Mundanidad que permite pro-crear la belleza del
sentido, que sublima el sentido mismo de la existencia, que nos
vuelve amos y escultores de nosotros mismos. Durante la noche la vida
se inmola y, en ese transitar de sombras, Lilia aprovecha para
preguntarse si eso que palpita es ella u otra que la habita. Durante
la noche, Lilia es círculo que se estrecha y se expande para
iluminar los abrumados pasos del amante que la acompaña. Pasos que
son testimonios de un largo deambular por la vigilia que contiene las
palabras, el misterio ignoto del suspiro detenido. Durante la noche,
Lilia se fragmenta y se unifica en una lámpara encendida que
despliega sus alas para convocar la llama secreta de los planetas y
así, en medio de esa oscura luz secreta, contemplar todas las formas
posibles del universo.
El agua y el aire
son nombres a través de los cuales se dice la noche en la poesía de
Lilia Boscán de Lombardi. Ambos caminos suponen el ascenso al Ser
que se debate en la palabra que pronuncia las bocas de una herida
abierta. Una herida que guarda Lilia arropada en el cálido fuego del
hogar de su alma. Un pequeño cuerpo que es canto
de agua, sublime transparencia de gotas derramadas en el candor de la
piedra surcada de raíces.
Raíces, marcas visibles que le surcan el cuerpo y que esperan el
nacimiento del silencio profundo de la noche para crecer hacia
dentro, hacia afuera, desde la fragilidad del cuerpo que nace de su
cuerpo. Agua, aire y noche confundidos en la encrucijada de un
corazón todavía sonriente que a veces es página en blanco, a veces
puerto de sombras, otras veces signo que lo nombra todo y otras
tantas, deseo ardiente de mantener la casa iluminada hasta el día
posterior al encuentro.
Leerles a uds los poetas, es remar mar adentro de nuestra profundidad tomarles sin propornenoslo y uds ceden generosamente.. el mismo pensamiento . “ ¿la melodía del universo?”. Tiene que serlo, mas audible entre algunos… que para otros. es escuchar nuestro pensamiento en el pensamiento de otro.
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