martes, 16 de marzo de 2010

La obra de Andrés Bello (Caracas, 1781- Santiago, 1865) es vasta y múltiple. Dedicó toda su vida al trabajo intelectual interesándose vivamente por los estudios de la lengua y por otras disciplinas humanísticas de cuyo interés, dan testimonio los numerosos ensayos y trabajos recogidos en las obras completas, publicadas, primero en Chile (1881-1893), y años después, en Venezuela. . En el decreto dictado el 29 de febrero de 1948, por el Presidente de la República Don Rómulo Gallegos, se ordenaba la edición revisada de las Obras Completas de Bello, cuyos tomos fueron apareciendo gradualmente desde el año 1951.
Dotado de una sensibilidad muy especial, desde muy joven fue un lector voraz y un acucioso investigador. Estudió latín, en cuya formación tuvo especial importancia Fray Cristóbal de Quesada, mercedario, de la comunidad del Convento de la Merced, en Caracas, cuya influencia fue decisiva en la orientación de los estudios de Bello. Leyó los clásicos latinos y fue un gran conocedor de la literatura universal y de manera particular de la literatura española, basta recordar el estudio minucioso que hizo del Poema del Cid. En sus años juveniles, años de formación, lee y escribe con pasión, da clases y participa en la vida pública.
En 1808 es nombrado Comisario de Guerra y Secretario Político de la Junta de Vacuna y en 1809 es nombrado Oficial Primero de la Capitanía General. El 10 de Junio de 1810, junto con Simón Bolívar y López Méndez, viaja a Londres. Los tres forman la representación que la Junta de Caracas envía ante las autoridades inglesas; cuando Andrés Bello llega como Secretario de dicha Comisión a la capital inglesa, no se imaginaría que iba a permanecer allí durante 19 años, largo período en el que tuvo que enfrentar penalidades y sufrimientos, sumido en terribles situaciones de extrema pobreza.
Bello padece la orfandad y el olvido pero aunque fueron años de estrecheces económicas, fueron también de intensa formación y de viva producción intelectual. Las horas de permanencia en la Biblioteca del Museo Británico dieron sus frutos en una obra de relieve universal. En Londres se casó con María Ana Boyland; enviudó y a los tres hijos iniciales (uno murió en el mismo año de la muerte de su madre, 1821), se suman los trece que tuvo en el segundo matrimonio con Isabel Antonia Dunn (5 nacieron en Londres, 2 murieron al nacer). No parece que éstas, fueran las mejores condiciones para el trabajo intelectual y sin embargo, es cuando Bello aprende y escribe con mayor tesón. Escribe sus mas renombrados poemas como son la Alocución a la Poesía y Silva a la Agricultura a la Zona Tórrida, aunque el ejercicio poético ya se había iniciado en Caracas en donde escribió sonetos, églogas, romances, etc. De ese período caraqueño son sus poemas El Anauco, Venezuela Consolada (Obra de teatro), Égloga (Imitación de Virgilio), A la Nave, Dios me tenga en gloria. En lo que se refiere a prosa escribió el Resumen de la Historia de Venezuela que preparó para el inconcluso calendario Manual y Guía Universal de Forasteros en Venezuela. En cuarenta páginas “está expresa la adscripción espiritual con la tierra, los lugares, las gentes y sus costumbres, entendido el todo como base del ser americano en el trópico. Y en esta comprensión radican a mi juicio, las raíces del nuevo humanismo que alentará para siempre en toda la vida de Bello” .
En lo que se refiere a los estudios lingüísticos, en las que tanto sobresalió, se puede decir, que en este período, su preocupación queda plasmada en la monografía Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana que publicaría mucho tiempo después en 1841.
Las silvas, La Alocución a la Poesía y la Silva a la Agricultura a la Zona Tórrida, las escribió en Londres bajo el recuerdo de la naturaleza pródiga de su patria natal. La exhuberancia, el color desbordado de la vegetación paradisíaca, la luz centelleante que se refleja en los hojas como una revelación divina de la belleza infinita, se plasman en imágenes de color y de emoción, vertidas en versos que fluyen copiosamente como río vertiginoso e incontenible. Situado el escenario natural de la naturaleza pródiga, Bello va enunciando la variedad de plantas y de frutos en una fiesta de imágenes sensoriales: visuales, olfativas, auditivas, tactiles, creando un mundo de belleza tan palpable y visualmente expresivo que es capaz de despertar hondas emociones; el orgullo de ser americano se desborda ante la imponencia y exhuberancia de las bellezas naturales de nuestro continente con “sus varios climas”. El viento se recrea en tan insólita belleza y “bebe” los mil aromas de las “florestas bellas” acariciando con dulzura las múltiples plantas que el poeta va describiendo amorosamente como son la uva, la caña de azúcar, el café, el cacao, el tabaco, el añil, el agave, las palmas, la piña, la yuca, la papa, el algodón, la parcha, el maíz, el banano.
La riqueza imaginativa y lingüística de Bello se plasma en las imágenes y metáforas que recrean poéticamente a la realidad natural. Cuando dice “Tú vistes de jazmines/ el arbusto sabeo” o cuando dice “y para ti el banano/ desmaya al peso de su dulce carga”, la evocación de estas plantas (el café en plena floración y el banano, luciendo sus racimos) nos conduce a las montañas andinas, al clima templado de nuestros campos, donde las plantas de café conviven con las del banano, amorosamente protegidas por cedros centenarios, esbeltos guamos y floridos bucares. Esa primera parte de la Silva, es de exaltación apasionada de la naturaleza tropical; Bello describe esa fértil zona, donde el “labrador sencillo” vive ocupado en el trabajo gratificante en una soledad habitada de luces y voces naturales. La referencia a las bondades de la vida en el campo, ha sido un tema muy frecuente en los escritores españoles del siglo XVI, que escribieron bajo la influencia de los modelos grecolatinos. El Beatus Ille, de Horacio, fue excelentemente traducido por Fray Luis de León (1528-1591), autor de la famosa Oda a la Vida Retirada; y Garcilaso de la Vega (1501- 1536) es el gran poeta de las églogas. En su estilo y en la temática se percibe la influencia de los grandes poetas latinos e italianos desde Petrarca hasta Sannazaro, Bernardo de Tasso y otros autores de la época de Garcilaso. La égloga I que Garcilaso escribió por los años 1534- 1535 fue escrita sumido en el dolor que le produjo la muerte de Isabel Freire, al dar a luz; su fatalismo y vehemencia hacen de ella una de las obras mas conmovedoras de Garcilaso en donde el pastor Salicio se lamenta de la inconsistencia de Galatea que le ha abandonado por otro, y el pastor Nemeroso llora la muerte de Elisa; el poema empieza al amanecer y termina con la llegada de la noche. La naturaleza es el marco de los lamentos de los pastores pero es una naturaleza cuyo curso armonioso se ha alterado por el dolor del amor frustrado. Esta égloga impresionó de manera singular a Bello y bajo su impacto escribió, en sus años juveniles, la no menos hermosa Égloga (Imitación de Virgilio) sobre la que se ha referido ampliamente Pedro Grases en el Prólogo a la Obra Literaria de Andrés Bello en el Tomo Nº 50 de la Biblioteca Ayacucho. Afirma Grases que “Fundamentalmente, el poema sigue la Égloga II de Virgilio, pero la expresión castellana está elaborada a base de la Égloga I de Garcilaso de la Vega, y la Égloga Tirsi de Figueroa, con la influencia menor de otro poema de Figueroa, Las Estancias” . Del modelo clásico y de los poetas castellanos, Bello aprende el uso poético del lenguaje, el ritmo musical, las figuras retóricas.
En la égloga de Bello, Tirsis se lamenta del amor no correspondido por su amada Clori; siguiendo el mejor estilo Garcilasiano, las quejas de amor tienen como escenario a la naturaleza, tan amada por Bello; “el ameno río”, “el bosque entrelazado”, “el césped que tapiza el prado”, los lagartos, los pájaros, el ganado, crean un conjunto de envolvente belleza natural en que se sitúa el monólogo del pastor sufriente. Le ofrece el amor y la máxima belleza, la de la pura naturaleza, así dice:

Ven a vivir conmigo, ninfa hermosa;
¡Ven! Mira las Drïadas, que te ofrecen
en canastos la esencia de la rosa,
y para ti los campos enriquecen
para ti sola guardo la abundosa
copia de frutos que en mi huerto crecen;
para ti sola el verde suelo pinto
con el clavel, la viola y el jacinto


El pastor recuerda, en otras estrofas, el tiempo, en que, siendo niña, venía al cercado “y las tiernas manzanas me pedías/ aún cubiertas del vello delicado” y cómo era admirado y sobresalía “como en la alfombra del ameno prado/ descuella entre las yerbas el tomillo”.
El amor, en íntima relación con la naturaleza amable se torna dolor, y en ese contraste radica la fuerza del poema. En su infortunio le ruega, le muestra sus bienes (“rebaño numeroso”, “fruto sazonado y tierno”); evoca el pasado en que le era agradable, la amenaza con el castigo eterno para concluir aceptando con resignación, que fue un sueño su loco amor y en bellos versos acepta su fracaso cuando dice:

Prender quise la sombra, atar el viento,
seguir el humo y detener el río.

Frente a lo imposible, asume lo absurdo de su lamento porque:

ni encender puedo un corazón de hielo,
ni torcer el influjo de mí estrella

La aceptación del destino oscurece el alma pero lo enfrenta a la verdad con resignación y el lamento cesa cuando el sol se oculta:

Ya baja el sol al occidente frío;
vuelve, vuelve al redil, ganado mío.

En evidente paralelismo, también Garcilaso, en la égloga I, termina diciendo:

Nunca pusieran fin al triste lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que sólo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol bordadas de oro,
no vieran que era ya pasado el día.
La sombra se veía
venir corriendo apriesa
ya por la falda espesa
del altísimo monte, y recordando
ambos como de sueño, y acabando
el fugitivo sol, de luz escaso
su ganado llevando,
se fueron recogiendo paso a paso.

Si la naturaleza es el marco del dolor de los pastores en las églogas, también es el tema fundamental de la Oda a la Vida Retirada o Canción a la vida solitaria de Fray Luis de León, obra juvenil de transición entre la pura imitación horacio-garcilasiana y la elaboración mas original de poesía posterior.
Sin duda, el tema de la vida rústica en contraste con el de la vida urbana ocupa la atención de muchos poetas del siglo XVI que reciben la influencia de los poetas clásicos como Horacio y Virgilio.
La I Oda de Fray Luis o Canción a la vida solitaria aparece en una antigua copia con el título: Después del mundo. Al recogimiento de Carlos V, en el Monasterio de Yuste por lo que la primera redacción debía remontarse a 1556-7. En la obra de Lope de Vega, El Villano en su rincón, hay también presencia del tema del Beatus Ille horaciano.
En Fray Luis se interioriza el tema de la vida rústica en tanto que condición juntamente real y simbólica del alma cristiana. De la inicial soledad horaciana, en la I Oda, de la negación y del disfrute solitario de los bienes naturales, se llega al ideal místico que se revela en la escena pastoril de Cristo en el poema De la Vida del Cielo (la Oda XIII) en el que dice:

Alma región luciente,
prado de bienandanza, que ni al hielo
ni con el rayo ardiente
fallece, fértil suelo,
producidor eterno de consuelo;

El tema de la soledad está presente no sólo en la I Oda sino también en la XVII, XXIII y XIV, de las cuales fueron escritas: la I, antes de la cárcel; la XVII y XXIII, en la cárcel y la XIV, después de la cárcel.
Resuenan con insistencia, en la memoria, los hermosos versos de la I Oda cuando dice:
¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Tema de la soledad y del retiro enriquecedor se repite en la XVII, En una esperanza que salió vana:
Dichoso el que jamás ni ley ni fuero,
ni el alto tribunal, ni las ciudades,
ni conoció del mundo el trato fiero.
Que por las inocentes soledades,
recoge el pobre cuerpo en vil cabaña,
y el ánimo enriquece con verdades.
Cuando la luz el aire y tierras bañan,
levanta al puro sol las manos puras,
sin que se las aplomen odio y saña.
Sus noches son sabrosas y seguras,
la mesa le bastece alegremente
el campo, que no rompen rejas duras.
Lo justo le acompaña, y la luciente
verdad, la sencillez en pechos de oro,
la fe no colorada falsamente.
En la XIV, Al Apartamiento, insiste en la idea de la paz en el retiro del campo todavía dolido por las injusticias y dolores recibidos que lo llevaron a la prisión, por eso dice:
…sierra que vas al cielo
altísima, y que gozas del sosiego
que no conoce el suelo,
adonde el vulgo ciego
ama el morir, ardiendo en vivo fuego;…
En la XXIII A la salida de la cárcel, la mas breve, dice:

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
Del sabio que se retira
De aqueste mundo malvado,
Y con pobre mesa y cosa
En el campo deleitoso
Con sólo Dios se compasa
Y a solas su vida pasa,
Ni envidiado ni envidioso

La temática de estas Odas, donde se exalta la vida de soledad rústica, también está presente en la Silva a la Agricultura a la Zona Tórrida, en la que después de las estrofas iniciales, en las que enumera y describe la variedad de frutos del exuberante trópico , Bello se ocupa del tema de la vida retirada llena de bondades en oposición a la vida turbulenta y alienante de las ciudades que engendran “el necio y vano fasto/, el mentado brillo/ el ocio pestilente ciudadano/”… ciudades que cobijan las ambiciones de poder y propician los enfrentamientos y las guerras; ciudades de los vicios y del gusto desmedido por el lujo y la disipación. Su preocupación por la formación y la educación de los ciudadanos que el país necesita se expresa en estos versos de intensa reflexión:

¿Y será que se formen de ese modo
los ánimos heroicos denodados
que me fundan y sustentan los estados?.

Su preocupación es por una juventud bien formada, capaz de enfrentar “al genio altivo del engreído mundo”. Tiene absoluta vigencia su inquietud por la formación adecuada del joven, que antes como ahora, sigue siendo la esperanza para continuar la obra civilizadora de la sociedad de nuestros pueblos latinoamericanos. Frente a los intereses superficiales que animan a buena parte de la población, frente al gusto exagerado por las fiestas, frente a la desmedida preocupación por la moda, frente al juego, la bebida y la lujuria desbocada, hay que pararse a meditar y plantearse como Bello la urgente necesidad de profundizar en los valores fundamentales para el crecimiento moral de la sociedad. En estudios, que constantemente, se hacen del comportamiento de los venezolanos, prevalece la conclusión que somos ciudadanos en los que prevalece, la resistencia acatar las leyes y normas que se establecen para el funcionamiento social; se dice que somos una sociedad anárquica y superficial, en la que se actúa con mucha irresponsabilidad y muy poca seriedad. Los atajos ilegales son más fáciles para conseguir lo que alguien se propone; el abuso y la corrupción parecen ser normas que se repiten en todos nuestros países. Bello parece que estuviese escribiendo estas reflexiones en el siglo XXI. Su preocupación es la de todos actualmente y casi hay unanimidad en considerar a la educación como el medio fundamental para alcanzar una sociedad mas justa y mas civilizada.
Bello alaba al trabajo liberador y constructor de patria y bajo el idealismo romántico heredado de los clásicos latinos y españoles dignifica la vida y el trabajo del campo. La crítica es dura cuando dice:
el mercader que necesario al lujo
al lujo necesita,
los que anhelando van tras el señuelo
del alto cargo y del honor ruidoso,
la grey de aduladores parasita,
gustosos pueblen ese infecto caos;
el campo es vuestra herencia: en él gozaos

El tema de la libertad lo define con absoluta modernidad. ¿Qué es la libertad? La independencia de criterio para estar por encima de la moda, de la acumulación de riqueza, la popularidad y el poder.
Mas bien la libertad está en la opción por la sabiduría, por la cultura, por la paz, el enriquecimiento del alma y la virtud en el retiro, en la “solitaria calma”.
Así como Fray Luis dice en la Oda I:

¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
Huyo de aqueste mar tempestuoso

Así también Bello exalta las virtudes de la vida retirada y dice:

Id a gozar la suerte campesina;
la regalada paz, que ni rencores
al labrador, ni envidias acibaran;

El paralelismo es evidente entre ambos poemas; dice Fray Luis:

Un no rompido sueño,
Un día puro, alegre, libre quiero;

Y Bello también dice:

La cama que mullida le prepara
El contento, el trabajo, el aire puro

Tanto Fray Luis como Bello destacan la vida sosegada, el dormir tranquilo, la frugalidad, y la sencillez que contrasta con la falta de libertad en la ciudad, con la prisa desmedida; ambos poetas exaltan la vida en el campo, libre de presiones, sin envidias, sin odios, sin ambiciones de poder, en perfecta conjunción con la naturaleza, viviendo la paz y la armonía de una vida serena, de contemplación, de reflexión y estudio permanente.
En los delicados versos de Fray Luis, la naturaleza es un bálsamo de amor y de frescura. Se elevan los olores del huerto en el que se producen sabrosos frutos. La visión de la “fontana” corriendo entre los árboles en un paisaje de verdura y de flores, remite a cuadros impresionistas de singular belleza. No cesa el viento de menear los árboles con “manso ruido”, no cesa la visión del paisaje en dar sosiego y paz al alma que desea:

Vivir quiero conmigo
Gozar del bien que debo al cielo,
A solas, sin testigo,
Libre de amor, de celo,
De odio, de esperanzas, de recelo

Mientras los demás combaten por él poder y la riqueza, Fray Luis sólo aspira a la vida contemplativa, a la felicidad espiritual.

Tendido y/o a la sombra esté cantando;
a la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
al plectro súbitamente meneado

El poema de Bello es mucho mas largo que la Oda I de Fray Luis, pero el tema de la exaltación de las virtudes del campo en contraste con las miserias y vicios de las ciudades es común en ambas composiciones. Bello, en el resto de las estrofas, igual que Fray Luis, reflexiona sobre la necesidad de la recuperación de los campos y de la agricultura para el progreso de las naciones. Su mensaje civilizador es la exhortación a cerrar “las hondas heridas de la guerra y a preparar las tierras para la siembra provechosa. Con verdadera pasión hace un llamado a sembrar de nuevo y su entusiasmo se desborda en imágenes que concretan su sueño de tierra fecunda, despierta de nuevo, ofreciendo pródiga el caudal desmesurado de sus frutos. La ilusión y el fuego de amor por la patria americana lo lleva a expresar con singular belleza poética su mas profundo deseo de paz y de progreso. En vez de armas, corvas hoces para dar cumplimiento a la esperanza de recuperación de tantos territorios devastados, de tanta muerte, de tanta zozobra, de tanto tumulto.
El poeta acude a Dios y hace su plegaria por la paz de las naciones. Después de las guerras, la de la Conquista y la de la Independencia, es urgente construir la patria nueva con trabajo y en la paz ansiada:

De su triunfo entonces, Patria Mía,
Verá la paz el suspirado día;
La paz a cuya vista el mundo llena
Alma, serenidad y regocijo;
Vuelve alentado el hombre a la faena,
Alza el ancla la nave, a las amigas
auras encomendándose animosa,
Enjambrase el taller, hierve el cortijo,
Y no basta la hoz a las espigas

A pesar de estar ausente de la Patria, o precisamente por esa misma circunstancia, el amor por la tierra se tiñe de melancolía, que se expresa en el deseo por una patria nueva que despierte de las cenizas del pasado y trabaje jubilosa, con ansias renovadas para construir un futuro de paz y de trabajo. Es evidente la modernidad del mensaje de Bello, mensaje civilizador, empeñado en que las naciones americanas transiten caminos de libertad, de allí estos últimos versos de la Silva a la Agricultura, llenos de vehemente emotividad para expresar la urgente necesidad de recuperar el campo, la agricultura trascendente y liberadora. Con un llamado impostergable, arenga a los pueblos y los conmina a asumir la tarea inaplazable de construir la nueva sociedad de paz y de libertad.
Son versos apasionados, son gritos de lucha como un himno final de ritmo marcial y efectiva elocuencia:

¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre el atónito occidente
de tempranos laureles la cabeza!
honrad el campo, honrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza.
Así tendrán en vos perpetuamente
la libertad morada,
y freno la ambición, y la ley templo.
Las gentes a la senda
de la inmortalidad, ardua y fragosa
se animarán, citando vuestro ejemplo.
Lo emulará celosa
vuestra posteridad; y nuevos nombres
añadiendo la firma
a los que ahora aclama
“hijos son estos, hijos,
(pregonará a los hombres)
de los que vencedores superaron
de los Andes la cima;
de los que en Boyacá, los que la arena
de Maipo, y en Junín, y en la campaña
gloriosa de Apurima
postrar supieron al León de España”

Bello es el intelectual, que comprometido con el futuro americano, hace un llamado a construir la paz desde los triunfos militares y políticos del pasado y convoca a trabajar por el progreso y la transformación de las naciones, a través de la laboriosidad y la honradez, la educación y la cultura.
Toda su extensa y compleja obra, desde los grandes poemas hasta la célebre Gramática, revela el humanismo y el americanismo de Bello. Romántico, idealista, se exilia en el trabajo intelectual y en la poesía, más allá de la distancia, persiguiendo sus sueños de poeta, anhelando la unidad y el progreso para el continente americano.



Lilia Boscán de Lombardi

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